Manos. Manos que acogen a vecinos de siempre, a vecinos nuevos y a aquellos que tuvieron que
dejar de serlo pero no de corazón. Manos que llevan a los niños al colegio y los empujan a que vayan aprendiendo a leer el libro de la vida. Manos que te guían por los callejones y las plazas de un barrio sencillo donde el azul del cielo se muestra más intenso. Manos que acarician mejillas y pelos de plata. Manos que secan lágrimas e infunden alegrías. Manos que te agarran cuando ya no están quienes de ellas te llevaban. Manos que hoy tengo la suerte de besártelas Hiniesta.
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